jueves, 12 de marzo de 2009

LA BRÚJULA

Hace unos días la prensa se hizo eco de la tragedia de un grupo de ballenas que quedaron varadas en una isla australiana, sin conocerse con exactitud la causa. El carácter gregario de estos cetáceos los hace seguir ciegamente el rumbo que marca la ballena líder y, al parecer, o bien ésta cayó enferma y erró el rumbo o bien fue atraída por los sónares de grandes buques. No cabe culpar al líder del fiasco colectivo dado que simplemente se limitó a hacer su trabajo todo lo bien que pudo. Tampoco podemos acusar al rebaño de no llamarle la atención al ver que se aproximaban en exceso a la costa, puesto que no tenía ningún motivo para desconfiar de su guía. Dudo que sonaran reproches entre las ballenas que agonizaban en la playa.

Algo similar le ha pasado a otra especie de mamíferos, igualmente gregaria, pero cuyos líderes resultan mucho menos de fiar. Además de las enfermedades y las interferencias, los cabecillas humanos están expuestos a las ondas de su vanidad y su codicia, lo que inevitablemente condena al grupo a acabar varado en desiertos de hambre, sangre y desolación. Es lo que llamamos "ciclos económicos".

El fomento del crecimiento económico es, sin duda, uno de los deberes de nuestros líderes, pero no el único. Cuando recuerdo a Zapatero presumir de disfrutar del mayor ritmo de crecimiento de la UE a sabiendas de que se basaba en un parque inmobiliario sobredimensionado -¡porque lo sabía!-, no veo sino a un inconsciente que presume de la esbeltez de su hija anoréxica en una reunión de padres de un colegio pijo que apenas puede costearse. Se me ocurre que, por líder y por socialista, podría haber lanzado un mensaje de aviso al rebaño en previsión de lo que se avecinaba. Ni por asomo. Al contrario, fue el último dirigente del mundo en pronunciar la palabra "crisis". Y estoy seguro de que en las próximas elecciones se atreverá incluso a aducir que durante parte de su mandato este país fue un ejemplo de crecimiento mundial. Por sus cojones. Me parece todavía más obsceno que la foto de mi estimado Ansar reposando los pies en la mesa del rancho de Bush. Desde luego, es mucho más grave.

Quisiera ser una ballena.