miércoles, 19 de noviembre de 2008

PARADISO PERDUTTO

Publica hoy La Vanguardia un artículo de Pilar Rahola digno de comentario. Lástima que defienda la causa judía y sea tan chabacana, de lo contrario podría llegar a tener algún tipo de sentimiento no exclusivamente venéreo por ella y su maravilloso cerebro. Ya os digo yo que paso por una mala racha…
Como de costumbre, Pilar abre grietas en el tupido telón con el que los medios de comunicación cubren nuestro campo visual, dibujando así una realidad supuestamente digerible para el rebaño. Y de paso rentable. En realidad, se lo agradezco: si reflejaran la verdadera crudeza de la existencia, dudo que lo soportáramos. Le debemos la vida a la cosmética. Pues bien, cuestiona Pilar en su artículo el contenido de la supuesta "refundación del capitalismo", debatida en la reciente cumbre del G-20. Preguntaos: ¿Qué sabéis del contenido de la cumbre? (a la que ni siquiera acudió el profeta Obama por cuestiones de timing). Yo, la verdad, habría respondido que fue una reunión de los dirigentes de las principales economías mundiales controlar mejor los mercados financieros y combatir la crisis global de forma concertada. Y probablemente ése sea el titular, lo que nos han enseñado, pero hay más. Comenta Rahola que la cumbre de Washington ha servido para entronizar a las tres nuevas potencias del mundo: China, India y Brasil, países que no destacan por su talante democrático ni por el bienestar del conjunto de sus ciudadanos, y cuyos modelos económicos distan mucho de ser ejemplares en términos de libertades, derechos civiles o medio ambiente. Así pues, de qué hablamos cuando hablamos de "refundación": ¿bienestar a costa de dignidad? ¿Nos encontramos ante el final del Estado del Bienestar? ¿Acaso la nuevas potencias, nuestros salvavidas económicos, nos permitirán veleidades sociales que encarezcan los productos que inevitablemente deberemos venderles para mantener nuestros sistemas de garantías colectivas? ¿Cuál es, pues, el modelo de capitalismo que emergerá de tal refundación si la necesidad de crecer (¡más!) nos aboca a competir y comerciar con bárbaros?
No tengo ni idea, y en realidad tampoco me importa. Es hablar por hablar. Vivir por vivir. Puestos a pedir, y aceptando que la política internacional es puro teatro orquestado entre bastidores (http://video.google.es/videoplay?docid=6874865766680234839), yo apuesto por menos diálogo y un poco más de espectáculo: ¿qué tal, señores de la CIA, si organizamos un nuevo tinglado que requiera una intervención contundente? No sé, algo como el 11-S o Pearl Harbor, o alguna guerra preventiva, ustedes sabrán, confío plenamente en su creatividad. Me encantaría ver a Obama en traje de campaña sirviendo otro pollo de plástico por Acción de Gracias en el comedor de algún portaaviones anclado en el Océano Índico. Sobra más de medio mundo y tenemos capacidad para destruirlo: ¿a qué estamos esperando? Entre volver a las cavernas y manchar nuestras manos de sangre por el nirvana europeo, con nuestra seguridad social, nuestro paro y nuestra jubilación asegurados, no hay color. O sí, y es blanco.

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