miércoles, 22 de octubre de 2008

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Las malas noticias nos atraen, ¿a que sí? El Bien tiene cara, voz, gestos, porte, hasta nombre, pero el Mal… ¡ay el Mal! ¿De dónde sale todo ese mal? ¿Por qué existe si lo execramos? ¿Cómo se llama? Yo, la verdad, no lo sé. Intuyo que pretender el uno sin el otro es una ingenuidad, pero no lo podría explicar. El mal tiene algo de antinatural, de contrario a la especie, en tanto que beneficia a pocos en detrimento de algunos, de muchos o de todos, cuando el bien, aun a título personal, parece tener continuidad cósmica. O quizás sea otra de mis ingenuas percepciones… Sólo vislumbro luz en estas complejas lares cuando afirmo que el Hombre es el único error demostrado de la Naturaleza, y es un pensamiento que me entristece.
La verdad, espero que pronto tengamos respuesta. Titula hoy La Contra que el movimiento medioambiental ha fracasado. No sé si recordáis la relevancia que el maltrecho medio ambiente había cobrado un par de años atrás, con el vídeo de Al Gore, la fusión de los polos, el famoso agujero, el calentamiento global, la desertización y el resto de fenómenos que nos aguardan a las puertas del fin de los tiempos. Estábamos todos muy preocupados, si no me falla la memoria. Sin embargo, ahora vemos que no eran más que veleidades burguesas, puesto que todo esto queda en segundo plano cuando nos tocan el bolsillo. Aunque la Tierra se siga yendo al carajo igualmente. Pero, ¿qué me importan a mí las focas o los negritos del África -ni siquiera mi futuro- si no puedo pagar la hipoteca este mes? Es comprensible, pero peligroso. Una actitud colectiva en defensa del planeta equivaldría a hacer el bien, estamos de acuerdo, ¿no? Sin embargo, dudo que las acciones para frenar la crisis (que no tiene cara ni explicación) resulten en el bien colectivo: el capitalismo es una partida, que por definición alguien tiene que ganar y, por tanto, otros deben perder. Por coherencia ahora debería concluir que el capitalismo es el Mal, pero me da miedo. Acabo de tener la fantasía de que, nada más colgar este texto, sonaría el timbre de la puerta y me encontraría ante dos agentes trajeados con gafas de sol. "Sr. de la Torre, usted tiene dos vidas: una de ellas tiene futuro; la otra, no". Yo, desde luego, no soy ni quiero ser el Elegido. ¡Con lo guapo que es Keanu Reeves! La historia no sería lo mismo… ¡Ni la taquilla! Lo único que puedo elegir es mi postura ante las cosas, que bastante trabajo me supone. Y a todos estos respectos, no puedo sino mostrarme optimistamente pesimista (léase apocalíptico). Sólo espero que sean los monos, y no las máquinas, quienes acaben suplantándonos en el ecosistema. Y que la evolución no vuelva a jugarles una mala pasada.

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